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Por: Redacción La Industria
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Publicada el 26/09/2020 - 12:15 PM
[Opinión] El túnel del tiempo, por Cecilia de Orbegoso
Este 2020 no va a ser recordado solamente como el año de la reinvención, sino también como el del túnel del tiempo.
“Todos vuelven, y el 99% de las veces vuelven respondiendo historias de Instagram” fue el meme que me mandó Margarita hace dos días por Whatsapp, acompañado del Emoji de una chica levantando la mano y diciendo “confirmo, a mí también me ha pasado”. La razón de la existencia de esta imagen se debe a que, sin duda alguna, un común denominador durante los primeros meses de las crónicas de este encierro fue que, independientemente de la generación o zona geográfica, a casi todas mis amigas se les había revivido más de un “muerto”. Es por ello que no me queda duda de que este 2020 no va a ser recordado solamente como el año de la reinvención, sino también como el del túnel del tiempo.
Dos años atrás, Margarita conoció, gracias a unos amigos mexicanos en común, a un guapo portugués en una discoteca. Hubo más química de la cuenta y Margarita se dejó llevar en lo que ella en su momento habría jurado que iba a ser una anécdota con duración menor a la de un story en Instagram. Quién se hubiera imaginado que la pobre Margarita, en los siguientes dos meses, al vilo de la incertidumbre, se iba a quedar sin pétalos por deshojar en este insólito jardín que, recién dos años después, volvería a dar flores.
Ya que de noche todos los gatos son pardos, en ese primer encuentro Margarita, camuflada en una oscura discoteca, no tuvo reparo en soltar unos besos de más. El portugués, quien no tenía pinta de ser tan santo y que más bien, por el contrario, cada vez dejaba ver un poco más de su buena maña de diablo, se quedó embelesado de Margarita y, a pesar de la distancia (ya que él se encontraba solo por unos días de visita), demostró sin ningún reparo su interés en mi querida amiga. La invito a salir absolutamente todos los días que le quedaban en la ciudad y, una vez partido, no la descuidó ni por el más efímero segundo.
Ella aún no estaba tan convencida por ese galán, pero había algo mítico en él que le atraía: era un mix perfecto entre un hombre exitoso, elegante, educado y un muchacho pícaro y tremendo. Unas semanas después de ese primer encuentro coordinaron un fin de semana en Lisboa. Él, cosmopolita como nadie, se encargó de un itinerario ad hoc al glamour que emanaba. Sin embargo, ya el lunes, terminado el agasajo, y cada uno en su respectiva casa, el muchacho empezaba a plantearse si esa era una canoa que valía la pena seguir remando; mientras que Margarita, haciendo caso omiso a su sexto sentido, le daba permiso a su corazón para levar anclas.
Cual toda curva parabólica, después de una empinada pendiente positiva, sigue una cuesta negativa. El niño terrible fue poco a poco desapareciendo. Le escribía cada vez menos y contestaba los mensajes de Margarita de la manera más esquiva. La siguiente vez que visitó la cuidad, a la pobre chica ni siquiera le avisó. Ella, en ese momento, no dejaba de preguntarse ¿Qué habré hecho para que pierda tan rápidamente el interés? ¿Seré yo? ¿Será él? ¿Qué me perdí? Y así, sucesivamente, con una mezcla de incertidumbre y pena, Margarita corroía su cabeza.
Varios meses, y más de un clavo después, Margarita pudo sacar a ese tornillo de su sistema. Ella, fiel a su costumbre de mantener la mejor relación posible con todos sus ex, siguió su tradición con dicho portugués, y podría decirse que la interacción entre ambos cumplía perfectamente la dinámica del like 4 like: saludos cumpleañeros y uno que otro like en fotos de Instagram.
Dos años después, ni bien empezada esta tremenda cuarentena, Margarita empezó a sentir bastante más interacción por parte del muchacho, en sus redes. Post que subía, acto seguido aquel muchacho respondía. Mientras tanto la pobre Margarita, que para ese cuento ya se encontraba bastante marchita, tenía la certeza de que detrás de ese repentino interés no se encontraba otro más, que la soledad haciendo sus hazañas.
Hasta que tan solo unos días, en plena madrugada de domingo, recibió una de las llamadas más peculiares de las que haya sigo testigo su celular. Al otro lado del auricular una mezcla de culpa, añoro y uno que otro trago de más fueron la combinación perfecta para que ella sea tanto protagonista como espectadora de tan surreal confesión. Dicho portugués, aprovechando ese ron en exceso, le pidió perdón y le confesó que, efectivamente, no había sido ella, más si él el único responsable de semejante desamor. Si bien ni el contenido ni la forma de dicha llamada fueron fuente de sorpresa, sí lo fue en este caso el emisor del mensaje, en especial si se toma en cuenta la manera tan tajante y unilateral en la que este dio por culminada la relación. “Fue un pésimo momento para mí: acababa de salir de una relación tanto larga como terrible y aproveché ese momento para portarme como un perro", intentaba excusarse. "Pero te conocí, y me gustaste tanto que salí asustado. En ese momento yo no estaba preparado"
Sin embargo, Margarita (quien además aprovechó para confesarme que gracias a esa llamada consiguió esa validación tan ansiada) me comentó “no sentí absolutamente nada. Sí, efectivamente mi cariño hacia él creció, pero jamás se me ocurriría darle pie a empezar una nueva temporada”. Por un amigo en común, Margarita se enteró de que el vivaz portugués no deja de cuestionarse ¿qué era lo que tenía que hacer para que Margarita le haga caso otra vez?
“Muy gracioso, la tortilla se va cocinando mientras la sartén se va calentando” no dejaba de pensar, mientras Margarita continuaba contándome las crónicas de una explicación no solicitada y yo me reía al ver confirmada una de las leyes más infalibles de esta vida: Hombre que se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado. No pude evitar pensar en cómo solo confiando en el tiempo podemos llegar a una verdad eficiente. De nada sirvió, hace dos años, tanta sobredimensión en la cabeza de Margarita, intentando descifrar mensajes, cuestionando respuestas, creando cientos de hipótesis que, a fin de cuentas, nunca la llevaron a nada más que angustias. Lo que es, bien. Lo que no, también. Y, desafortunadamente, muchas veces nos vemos cara a cara ante una pésima intersección entre dos personas y sus respectivos tiempos.
No sabemos cuál fue el propósito de la llamada de ese ex galán, ¿era momento de cerrar ciclos? o tal vez, fiel a sus instintos, se encontraba en el proceso de “tantear el terreno”. Ya el tiempo nos dirá las razones detrás de este curioso episodio. Yo, mientras tanto, me quedo a la expectativa de ver si estos protagonistas en algún momento lleguen a coincidir y pongan manos a la obra en una nueva temporada de esta saga.
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